Sobre el cuartel Conde Ansúrez

Hoy voy a hablar del cuartel Conde Ansúrez, el que ocupó el regimiento Farnesio durante casi un siglo, entre 1902 y 1996, y que en la actualidad se halla en ruinas. Vamos a ver qué dicen los “papeles” sobre el futuro de los edificios, quiénes son hoy día los propietarios de los distintos edificios, qué nivel de protección tienen y qué usos futuros se les darán.

Foto vía Facebook

Los edificios del cuartel Conde Ansúrez se encuentran, dentro del plan general de ordenación urbano hoy día en vigor en Valladolid, en el proyecto de actuación APE 59 Cuarteles de Artillería y Conde Ansúrez, cuya urbanización lleva ejecutándose a lo largo de este año.

El plan general de ordenación urbana recoge para todos los edificios que aún se mantienen en pie el nivel de protección P3, que quiere decir que sus propietarios han de mantener las estructuras; vamos, que no se pueden derribar y hay que mantener su aspecto exterior. Y en el caso de que se pretenda reformar o modificar, hay que hacerlo respetando, en lo posible, el aspecto original. Eso sí, con el interior de los edificios se puede hacer lo que se desee. De todo el recinto, tiene la declaración de bien de interés cultural el escudo que ocupa el frontón de la fachada, según se recoge en la documentación del plan general.

Siguiente cuestión: ¿quiénes son los propietarios? Desde que el Ejército de Tierra abandonó el cuartel y, posteriormente, el ministerio de Defensa subastó en el año 2003 el recinto, se han encadenado problemas administrativos y judiciales que han terminado por llevar a los edificios del cuartel al actual estado de ruina. De hecho, en el año 2021, la asociación sin ánimo de lucro Hispania Nostra, dedicada a la salvaguarda, defensa y puesta en valor del patrimonio cultural y natural de España, incluyó al cuartel Conde Ansúrez en su lista roja de patrimonio con riesgo de desaparecer.

Cuatro propietarios

En estos momentos, el cuartel tiene cuatro propietarios, tres privados; y uno, público: el Ayuntamiento de Valladolid. La mayor parte de los edificios es propiedad de éste último, así que creo que es más sencillo si enumero aquellos otros que están en manos privadas. Por ejemplo, el edificio principal pertenece a la promotora Árqura Homes, propiedad de la Sareb, la sociedad de gestión de activos procedentes de la reestructuración bancaria.

Los edificios que dan al lateral de la calle General Shelly, que me parece que estaban ocupados por el segundo escalón y talleres, son hoy día de Sabadell Real Estate Development SAU, que es la antigua inmobiliaria Solvia del Banco de Sabadell. Y finalmente, el peculiar edificio que ocupó la Unidad de Veterinaria 7 y lo que fue el hogar del soldado son de titularidad de Inversiones Inmobiliarias Canvives SAU. Todo lo demás (el picadero, los escuadrones, la USAC, el comedor…) pertenece al ayuntamiento.

Por último, y quizás lo que te resulte más interesante, ¿qué usos se tienen previstos para los edificios? Pues los cuatro escuadrones, que son propiedad del ayuntamiento, están previstos para uso residencial protegido -68 viviendas- y terciario, como pueden ser locales comerciales.

Uso terciario

El mismo uso terciario viene recogido como básico para el edificio principal, la unidad de veterinaria, el hogar del soldado y los edificios propiedad de Sabadell Real Estate. Por último, el resto de los edificios de los que es propietario el ayuntamiento, como son el picadero, el comedor, la USAC… están destinados para equipamiento. Esto es, se pueden dedicar a fines sanitarios, culturales, de asistencia social, religiosa…

Todo esto es lo que, a día de hoy, viene recogido en el plan general de ordenación urbana de Valladolid y en las adjudicaciones de las parcelas incluidas en el proyecto de actuación. Si todo sale según lo previsto, y ojalá que así sea, podremos pasear entre las calles del antiguo cuartel y evocar los buenos momentos y la pequeña gran historia del regimiento Farnesio escrita entre sus muros.

El Grupo de Caballería Ligero Acorazado Santiago I/12

Hoy toca hablar del Grupo de Caballería Ligero Acorazado Santiago I/12, que es el “puño de hierro” que depende del regimiento Farnesio. Seguro que has visto que unas veces se menciona al regimiento Farnesio; y otras, en cambio, se habla del grupo Santiago. Vamos a ver por qué es esto.

En el año 2016, el regimiento Farnesio vuelve a cambiar su organización -esto de las reorganizaciones y las adaptaciones orgánicas viene siendo una constante desde los últimos casi cuarenta años-, y queda constituido por mando y plana mayor de mando y Grupo de Caballería Ligero Acorazado Santiago I/12, con dependencia ahora de la brigada Galicia VII, de Pontevedra.

© Carlos Molero

Para intentar explicar esa organización, te diré que así, a grandes rasgos, el mando y la plana mayor de mando regimental se encargan de las tareas administrativas y de la representación institucional, mientras que en el grupo recaen la instrucción, el adiestramiento y la preparación para el combate. De hecho, para sus despliegues tácticos, la brigada Galicia dispone de cuatro elementos de maniobra, de combate, que son los tres batallones de infantería -de los regimientos Príncipe 3 e Isabel La Católica 29- y el grupo de caballería Santiago, del Farnesio 12. Vamos, que el general de la brigada, cuando están “a lo táctico”, da órdenes a los tenientes coroneles jefes de los batallones y del grupo, no a los coroneles.

El Farnesio, ya lo sabes, es muy “viejo”, ha cumplido hace nada 375 años. El grupo Santiago I/12, por el contrario, es un pipiolo, ya que se crea en la base militar El Empecinado (Santovenia de Pisuerga, Valladolid) el 1 de enero del año 2010, sobre la base del personal y los medios de combate de dos grupos de caballería ya existentes y que se extinguían con la creación del Santiago. Por una parte, el grupo de caballería ligero acorazado Cazadores de Tetuán I/9, del regimiento Numancia 9 que desaparecía -otro regimiento perdido-, y que se trasladaba desde Zaragoza a Santovenia de Pisuerga. Y allí, se fusionaba con lo que quedaba ya del grupo de caballería mecanizado Lanceros de Borbón II/12, que se había segregado también del Farnesio.

Con todo ello, queda constituido el grupo Santiago, que toma como primera denominación la de Grupo de Caballería de Reconocimiento (GCRECO) Santiago VII, con el numeral correspondiente al de su brigada, la Galicia VII. Así se mantiene entre 2010 y finales de 2016, ya que con fecha 1 de enero de 2017 pasa a recibir su denominación actual.

© Carlos Molero

En su origen, disponía de un escuadrón de plana mayor y servicios y dos escuadrones ligeros acorazados, si bien en el año 2022 amplia su plantilla con un tercer escuadrón ligero acorazado, tras la disolución -otra más- de uno de los dos grupos de caballería del Regimiento España 11 y del grupo de caballería Milán, de la brigada Canarias XVI.

© Carlos Molero

En la actualidad, el grupo se organiza sobre la base del mando y plana mayor de mando, escuadrón de plana mayor y servicios y tres escuadrones ligeros acorazados. Éstos cuentan con dos secciones ligeras acorazadas, equipadas con vehículos de exploración de caballería VEC; una sección acorazada, con Centauros, y una sección de exploración y vigilancia, con vehículos todoterreno VAMTAC, en la versión VERT. Como armas de apoyo, cada escuadrón dispone de un pelotón de morteros pesados, de 120 mm.

© Carlos Molero

El grupo tiene este emblema que ves aquí debajo, cuya descripción heráldica es la de escudo partido, en cuyo primer cuartel aparece, en campo de plata, la  Cruz de Santiago. En el segundo cuartel, en campo de azur (azul), águila de plata despeñada, encendida, picada, linguada y membrada de oro. Los cuarteles hacen referencia, respectivamente, al extinto regimiento de caballería Santiago 1, del que toma el nombre; y a la movilidad y las misiones características de la unidad, dentro de su brigada, que en sus orígenes tenía la peculiaridad del aerotransporte. Del regimiento Santiago toma también el lema: Pes meus stetit in directo, algo así como Mi pie se mantiene firme en el camino correcto.

Escudo de armas del Grupo de Caballería Ligero Acorazado Santiago I/12

En estos 14 años de existencia, el grupo ha desplegado varias veces en misiones fuera de España. En dos ocasiones en los años 2011 y 2012, dentro del batallón de maniobra del equipo de reconstrucción provincial (PRT) en Afganistán. Y más recientemente, en el año 2022, como fuerza de protección en la misión de la Unión Europea en Mali (EUTM Mali).

© RC Farnesio 12

Honores al estandarte

Un aspecto peculiar de la vida militar es su liturgia, algunos rituales que nos pueden hacer pensar que, como escribió Peláez el otro día en El Norte de Castillla cuando hablaba del aniversario del Farnesio, «no todo en la vida es dinámico. Ni tampoco voluble, ni mucho menos relativo».

Uno de esos ritos es el que hoy te traigo aquí, el de los honores a la bandera -en este caso, estandarte- que viene recogidos en el artículo 5 del vigente Reglamento de Honores Militares. Ese artículo, que te copio aquí debajo, explica el ceremonial que hay que seguir para recibir o despedir a la enseña nacional.

Y el vídeo es su plasmación gráfica, en este caso, la incorporación del estandarte a la formación militar con motivo del 375 aniversario de la creación del Regimiento de Caballería Farnesio 12 el pasado 7 de marzo.

Artículo 5. Ceremonial para recibir y despedir a la Bandera.

1. La Bandera de las unidades militares, en sus modalidades de Bandera o Estandarte, será portada por un abanderado y acompañada por una escolta de honor.

2. Para incorporar la Bandera a una formación se pondrá ésta en orden de parada y un oficial de la unidad, nombrado para el mando de la escolta, saldrá de formación y se dirigirá al lugar en que aquélla se encuentre. Al llegar frente a la Bandera, la saludará; a continuación ordenará la marcha hacia la formación situándose a la izquierda del abanderado seguido por la escolta que marchará con el arma sobre el hombro y con el cuchillo–bayoneta armado.

3. Cuando la Bandera sea avistada por el que mande la fuerza o cuando ésta alcance el lugar previsto para ello, el jefe de la fuerza, que anteriormente habrá ordenado armar el cuchillo–bayoneta, dará las voces de «A la Bandera, ¡presenten, armas!». «Soldados, ¡Viva España!», que será respondido con el correspondiente «¡Viva!». La banda y música interpretarán el himno nacional en su versión completa. En su caso también, y siempre que así se ordene, se hará la salva de veintiún cañonazos coordinada con la interpretación del himno nacional.

La expresión «soldados» podrá ser sustituida por la que convenga, de conformidad con la condición militar de los que formen.

4. Una vez que la Bandera haya ocupado su puesto en formación, el oficial de escolta mandará hacer alto, descansar armas y, si no ha finalizado el himno, presentar armas. Al finalizar el himno, el que mande la fuerza ordenará descansar las armas y el oficial de escolta, después de saludar a la Bandera, se reincorporará a su puesto en formación.

5. Durante el tiempo que la Bandera se encuentre en formación, la fuerza permanecerá con el cuchillo–bayoneta armado.

6. En los desplazamientos durante la celebración del acto la Bandera será acompañada por el oficial jefe de la escolta. En caso de que lo hiciera también la escolta, ésta marchará con el arma suspendida o al brazo.

7. Para despedir a la Bandera se seguirá el mismo ceremonial que para recibirla.

8. La Bandera no tendrá escolta cuando la fuerza a la que se incorpore no exceda de una compañía o unidad equivalente. Para acompañarla, en la recepción o despedida, se designará al oficial más antiguo de la misma que no sea su jefe, colocándose la Bandera a la derecha del jefe de la fuerza.

Más cosas del 375 aniversario del Regimiento Farnesio

El mismo día del aniversario, el jueves 7 por la tarde, el programa «Magazine Valladolid» de La 8 entrevistó al jefe de la plana mayor de mando del regimiento, el teniente coronel Enrique García Bernardos. Aquí debajo lo puedes ver:

Además, también adjunto la alocución que dirigió a los presentes el coronel jefe del regimiento, Pedro Pascual San José, que fue muy comentada en el acto social posterior. Aquí debajo la puedes descargar.

«Adelante, jinetes de Farnesio», by José F. Peláez

Peláez es publicista, de Valladolid, no sé si VTV, Valladolid de Toda la Vida, que debe de ser una especie de denominación de origen local. Pero sobre todo es escritor, columnista de largo recorrido, que ya ha alcanzado el techo de crucero, como dicen los aeronautas. Cronista parlamentario del diario ABC, y narrador de lo cotidiano de la ciudad que lo vio nacer, en sus columnas de los viernes en El Norte de Castilla, bajo el título de Óxidos y vallisoletanías. Al cumplir sus diez años de columnista, ha recopilado una selección de sus reflexiones en el libro Ya estoy escrito.

El jueves, el día del aniversario del regimiento Farnesio, Peláez andaba como invitado en uno de los acotados, a ras de suelo, y sus ojillos curiosos no se apartaban de los escuadrones del Farnesio. Porque, ¿sabes qué? Me pega a mí que a Peláez le está empezando a hacer “tilín” el viejo tercio de Hesse-Homburg. Por eso, no dejes de leer el artículo de este viernes, Adelante, jinetes de Farnesio, que publicó en El Norte de Castilla, y que puedes encontrar al final de este texto.

El año pasado estuvo de visita en el regimiento, al que llegó quizás con algún prejuicio nacido del desconocimiento por él mismo reconocido, del “me han dicho que…”, pero también con la mirada limpia como una hoja de papel en blanco, con todo por escribir. De aquella jornada, rememora Peláez que “allí me encontré un ambiente de educación inmenso, de respeto generalizado y de valores perpetuos”.

Bueno, venga, termino, que lo importante es que lo leas. Peláez relata su aniversario de Farnesio a lo John Ford, porque combina con elegancia la emoción con el humor. Así que yo creo que lo mejor es que después su preciosa crónica, te pongas La legión invencible o Río Grande, aunque solo sea para dejarte enamorar por la mirada de Maureen O’Hara.

Adelante, jinetes de Farnesio, en nuestro 375 aniversario

Y de improviso, el soldado Víctor se abre paso entre la multitud. Entre fajines, estrellas, galones, conversaciones… Con sus trinchas, su mimetizado uniforme y sus botas de campaña, su parche al pecho con las lanzas y los sables y su “nombre de guerra”: Rus. Al cuello el pañuelo azul que recuerda, por si a alguien se le olvida, que es un soldado explorador, de frontera quien, humilde, se cuadra ante el primer jinete de España. La algarabía se convierte en murmullo que queda dormido en un silencio de reverencia.

Y el soldado Víctor, moderno jinete de Farnesio, quizás el más moderno, ofrece al monarca el brindis de la Caballería, con aplomo y con coraje: “Perdonadme si pretendo, con torpe palabrería, ensalzar la nombradía del Arma de Santiago. Mas con ello satisfago el deseo que tenía de brindar con alegría y con las copas en la mano: ¡¡Viva la Caballería!!”. Y el viva de la respuesta resuena atronador. Como el huracán. Y sube. Y sube. Y se eleva hasta las cerchas del picadero de la Academia de Caballería, como si tratase de llevarse por delante esas traviesas de madera para cantar por todo el orbe que la Caballería está.

© Foto: Casa Real

Es el soldado Víctor joven jinete de Farnesio, de su segundo escuadrón, aquel mismo en el que otro soldado, Pedro Castillo, escribiría su personal página de oro en la historia del regimiento un lejano 23 de enero de 1860 en los llanos de Tetuán. El serio y humilde Pedro Castillo, él sin embargo ya un veterano lancero con seis años de “mili”, arrebataría aquel día una bandera amarilla a la Caballería del sultán, tras acometer con la fiereza -o quién sabe, quizás con el miedo- del combate a su abanderado y echarlo a tierra de un lanzazo.

El 23 de enero es San Ildefonso, la onomástica del por entonces príncipe de Asturias Alfonso, y a él, con tal motivo, se le ofrendó aquella enseña cogida al enemigo en los campos de África. Y sería otro 23 de enero, de 1875, cuando el ya rey Alfonso XII pasaría revista al Regimiento Farnesio, entre Olite y Peralta, en tierras navarras, donde formaron para la ocasión los 40.000 soldados del ejército del Norte que operaba en la tercera guerra carlista.

© Foto: Casa Real

Y hoy, tantos años después, es su tataranieto, Felipe VI, quien revista al mismo regimiento en su 375 aniversario. Hoy los aires son festivos, es día de celebración y no de batalla, aunque como recuerda en su alocución el coronel del regimiento, Pedro Pascual, ¡qué somos los jinetes de Farnesio sino soldados de los días de lucha, cuyos uniformes están embarrados de marchar bajo la lluvia!

Revista la fuerza Su Majestad, con las grandes cruces y los emblemas de las órdenes militares sobre su uniforme. Hoy no suena “El gran almirante”, lo hace la adaptación que la banda de guerra del Farnesio interpreta de la conocida cabaletta de la ópera Los puritanos de Bellini. Y mientras el monarca avanza, y saluda al paso de cada escuadrón cuyo banderín se inclina en señal de respeto, parece que resuenan en el aire las últimas palabras que, en el dúo, cantan sus protagonistas, Giorgio y Riccardo: “Patria, Victoria, Honor”.

© Foto: Casa Real

Hoy no es la revista de un ejército en guerra, hoy la impedimenta, los uniformes de campaña se han sustituido por los de gala -ya sabes, camisa blanca, corbata negra, ceñidor y al pecho, las condecoraciones- y el colorido de las grandes ocasiones. Y el paisaje se llena del blanco de las cruces, los amarillos, los rojos, los azules de los guiones, de los banderines, de las condecoraciones, el verde oliva de los vehículos acorazados que en la lejanía del paseo central del Campo Grande, observados por un mudo Cristóbal Colón de bronce, aguardan el comienzo del desfile; el caqui de los uniformes, el negro de los correajes y de las cartucheras, el gris de la boina de la Brigada “Galicia” VII, el dorado del azor que ella tiene como emblema…

El azul turquí de las guerreras de los coraceros de la Escolta Real, cuyos caballos cabecean al ritmo de los clarines de Farnesio, guerreras que repiten el diseño de los primeros coraceros que comenzaron a escoltar por aquellos años de guerras carlistas al rey Alfonso XII.

© Foto: Ejército de Tierra

El azul María Cristina de los lanceros del mismo escuadrón de Escolta Real, y que, de nuevo, nos trae a la memora, en este caso, a la abuela del rey Alfonso, María Cristina de Borbón Dos Sicilias, el azul de cuyo vestido en el retrato de Luis de la Cruz fue la inspiración para uniformar a los lanceros de su nieto Alfonso XIII.

El mismo azul María Cristina lo lucen los soldados de Farnesio que portan la corona de laurel en recuerdo de las almas de los “soldados de todos los tiempos, encuadrados en los Ejércitos de España, que un día lucharon con valor, sirvieron con lealtad y murieron con honor”, a quienes evoca el clarín con su ronco lamento en el toque de oración.

© Foto: Casa Real

Y por fin, el desfile ante el jefe supremo de nuestras Fuerzas Armadas, ante las autoridades y, no menos importante, ante los miles de vallisoletanos que se arraciman en cada metro cuadrado de la Acera de Recoletos, en la Plaza de Zorrilla, y para quienes también el coronel Pascual tiene unas palabras de compromiso: “simbolizan todo aquello por lo que estaríamos dispuestos a dar nuestra vida si fuera preciso: la unidad e integridad de España y la defensa de los principios constitucionales y de nuestras leyes, pues son la garantía de la libertad, seguridad y prosperidad de todos”.

© Foto: Ejército de Tierra

«Alfas reunidas», noviembre de 2023

Avanzan los vehículos acorazados en columna camino de Zorita de la Loma, por la Tierra de Campos castellana. Avanzan, con la velocidad que lleva en los genes la Caballería, por una carretera que sube, y baja, y serpentea por esta tierra que se asoma ocre y hostil a esta hora temprana de la mañana. Avanzan mientras los devora la fría niebla castellana, himen acuoso que, en vano, trata de preservar el misterio de estos lugares despoblados de la embestida de los “nobles brutos” de acero que se disuelven entre jirones grises; y a quienes a veces, a su paso, saludan congelados en el amanecer chopos ya deshojados. Ramas que, como dedos descarnados, como falanges limpias de toda carne, de toda piel, de toda vida, parecen reclamar de ese cielo azul, escondido ahí arriba, un último apretón.

A ratos, como la amada que insinúa lo que el velo esconde, la niebla deja ver un palomar vacío, un muro de adobe caído, un portón de madera abierto a la nada, grito mudo en estertor último de la vida cotidiana que un día fue, y uno puede entonces entender lo que encierran las palabras con las que el Cervantes Jiménez Lozano cierra su Guía espiritual de Castilla: “los pobres ribazos, los alcores inhóspitos, las tierras rojas u ocres, la grisura de otras, la jara, unas cuantas encinas, el carrasco enano, aunque también de vez en cuando un vallecillo y una fuente, chopos y álamos, o arboledas más tupidas hacia el norte y más agua; pero aldeas abandonadas, de todos modos. Casas derruidas, la decrepitud del adobe, los soportales tristes, las campanas ausentes y sus ojos como nichos del aire, la ingratitud de un suelo, el inclemente y extremoso clima escaso de lluvias…”

En Zorita de la Loma, hay dos de esos nichos de aire de los que habla Don José. Dos ojos enormes, como de lechuza, en la torre de la iglesia de San Boal, y que parecen mirar con un gesto de sorpresa, o con una mueca de temor, al explorador que, desde ahí arriba, seguro que se ve pequeño, diminuto mientras se recorta, verde pixelado de guerra, contra el muro de la iglesia, en una nueva progresión por la calle del Melgar, convertida en ficticio campo de batalla urbano.

Porque, en efecto, estos nuevos jinetes de Farnesio despliegan en esta pequeña población, a casi cien kilómetros de su base en Santovenia de Pisuerga, para comenzar a sumergirse en los principios básicos del agotador, enervante y temible combate en población. Movimientos básicos, por binomios, por escuadras. «Tartear», encarar esquinas, superar los cruces de calles, cubrir sectores, a vanguardia, a retaguardia, desplegar las ametralladoras -lo que en su jerga son las «máquinas»-; y finalmente, progresar con el apoyo de un vehículo de combate, que atronador, se recorta con todo su poderío por la estrecha calle al tiempo que una paisana, sorprendida quizás su rutina mañanera por el ajetreo, el ruido, los uniformes y las armas, lo inmortaliza todo con la cámara de su teléfono.

Al sur, a la vista de los ojos sin vida de la torre de la iglesia, la niebla desvela ya los muros blancos del diminuto cementerio de la población, al oeste se descubre el muro circular, también blanco y coronado de tejas ocres, de un palomar; y al este… al este se adivina el sol, Ra encarnado en circulo blanco que rasga a cada instante la niebla. Sus rayos por fin iluminan la mañana. Y al calor de su caricia, uno podría entrecerrar los ojos, mirar a Oriente -ese Oriente del que Jiménez Lozano decía que tejía la memoria existencial de Castilla- y, por qué no, fantasear con escribir una carta de regalos a los Magos, ya tan cerca como está la Navidad.

Y uno podría hacer la enumeración rápida, breve, sin mucha dificultad, queridos Melchor, Gaspar y Baltasar, me gustaría que este año consigáis que alguien importante se acuerde de los repuestos, que a veces parecen empequeñecerse entre tantas grandes cifras de presupuesto. Y uno podría explicarles a estos señores que vienen de Oriente la que se montaría en un estadio, pongamos el Bernabeu, si compareciese el Madrid con siete futbolistas. O cómo de difícil sería que una trainera ganase una regata con seis remeros; o un ajedrecista un campeonato si, de salida, ya moviese sin alfiles, sin un caballo y sin tres peones… En fin, que lo bueno de la niebla de esta mañana es que también permite ocultar la longitud de la columna que avanza hacia Zorita de la Loma.

De la ensoñación, le sacaría a uno el enésimo bramido del “Centollo”, para devolverle a la realidad de esta mañana de finales de otoño, en la que el Grupo de Caballería “Santiago” I/12 continúa con su plan de instrucción y adiestramiento, con unas “Alfas agrupadas” que no solo han traído a sus escuadrones a esta zona al norte de Valladolid, sino también al propio campo de maniobras de Renedo – Cabezón y a las tierras sorianas de Berlanga de Duero, cuna de Fray Tomás, consejero de Carlos I y descubridor de las islas Galápagos.

Allí, en los alrededores de Berlanga de Duero se alza, como una atalaya, la misteriosa ermita de San Baudelio. De nuevo, Jiménez Lozano: “un paisaje realmente estepario y eremítico: un pelado y pardo alcor cuyas tonalidades van del ocre rojo al amarillo, blancas manchas calizas y el verdor de matojos enanos”. Unas tierras que, antaño, fueron frontera; y que, en cualquier lugar y momento, serán siempre el hábitat natural del soldado de Caballería.

Orfebres del valor estoico

En estos días de la primera quincena de octubre, el regimiento de Caballería “Farnesio” 12 ha tomado parte en el ejercicio anual que lleva a la Brigada “Galicia” VII, la BRILAT, al campo de maniobras de San Gregorio, a las afueras de Zaragoza, con todas sus unidades. Bajo el nombre de “Gamma Azor 23”, en él han participado tanto el Grupo de Caballería Ligero Acorazado “Santiago” I/12 como la plana mayor de mando del propio regimiento, a quien ha correspondido la dirección del ejercicio, y que por primera vez para la BRILAT, se ha conducido desde las novísimas instalaciones del centro de control -el ceconex- del acuartelamiento del Centro Nacional de Adiestramiento CENAD San Gregorio.

© Carlos Molero

Podría hablarte ahora de la sucesión de ejercicios de instrucción y temas tácticos programados por el grupo “Santiago” para todos estos días. Los tiros de instrucción y de combate para las nuevas tripulaciones de Centauro y de VEC en Puig Amarillo o en Boyero, el tiro de morteros o con los lanzagranadas C-90, los pasos de línea, los cercos, los saltos del puesto de mando…

O podría hablarte ahora de la sinfonía de ruidos que te acompaña un día cualquiera en el campo de maniobras, más propia de los pentagramas de un compositor enajenado que nada sabe de música. El “brrooummm” pesado y somnoliento que sigue a cada explosión y que parece brotar enfadado de las entrañas de la Tierra, como si Hades anduviese desperezándose. El “bipbip” de las radios, que cada cinco segundos se repite como una salmodia del mundo tecnológico, como un monitor de hospital que te anuncia que tus constantes vitales se mantienen. El “ñiiiiiiq” de esa cremallera que se descorre en una tienda de campaña, el “rrrrrroorrrrrr” de cualquier generador que empieza por arañarte el oído y termina por convertirse en un elemento más del paisaje que te pasa desapercibido. El “prruumm” que sigue a la orden de “fiiiir-éees” antes de romper filas para la cena. El grito destemplado de una voz ronca, ¡vaya susto!, que te saca del mundo de los sueños en el vivac, “diiaaaa naaaaaa”, que lo primero que piensas es: ¿quién es Diana? ¿dónde está? ¿se ha perdido? Peor aún: ¿pero dónde demonios estoy yo?…

© Carlos Molero

Pero no, hoy voy a homenajear, dentro de mis posibilidades, a los hombres y mujeres del regimiento Farnesio, a la tropa que forman la plana mayor del regimiento y los escuadrones del Grupo de Caballería “Santiago” I/12, ésos a quienes hoy, mañana y cualquier día, les podríamos dedicar las palabras del coronel York en Fort Apache: “Reñirán en el juego, o por una botella. Pero compartirán hasta la última gota de agua. Cambiarán sus rostros, sus nombres, pero son ellos, son el regimiento, el ejército regular, ahora y dentro de cincuenta años. Son los mejores que existen, un regimiento del que se puede uno sentirse orgulloso”.

¿Y qué es el regimiento? Pues es ese soldado, aún “pollo”, que sigue saludando con cierta prevención, con cierta silenciosa timidez, y al que en estos días de campo, le empiezan ya a salir las plumas como al azor en que poco a poco se va a convertir, listo -no tardando mucho- en lanzarse rápido, agresivo e implacable como la rapaz, pleno de la acometividad propia de su especialidad: Caballería. “Y miré, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer”.

© Carlos Molero

Es esa tiradora cuyas manos hace nada sujetaban con determinación la empuñadura de una Browning del doce setenta, y ahora, aquí en la Venta del Coscón, se mueven delicadas mientras trata de arreglarse el moño del pelo que, entre el casco y el ajetreo del día, busca escapar libre. Es también ese otro jinete que, a media tarde y sin descanso, concentrado seguramente en sus pensamientos, pica como un autómata la cebolla que sazonará la cena; ajeno, parece, al trajín de cajas, bandejas, termos que le envuelve. ¡Que está esto como para que el condumio no llegue a su hora…!

Es ese conductor que con soltura, con inexplicable facilidad, guía el vehículo en medio de la noche, sumergiéndose en un paisaje onírico de sombras grises, de caminos que se muestran solo una vez recorridos, en una marcha sin luces, ayudado únicamente de un monóculo de visión nocturna y unos cuantos años de experiencia; y que pasa de soltar una imprecación por lo bajini a contestar en nombre de la autoridad, sin que le tiemble la voz, a una comunicación cualquiera de radio.

© Carlos Molero

Y es esa tripulación de Centauro, que entre meditabunda y silenciosa, echa una mano en el segundo escalón con el anhelo de terminar de reparar la avería, sacar el vehículo y poder, por fin, tomar parte en el ejercicio de tiro en el Puig Amarillo. La misma tripulación que se abrirá a la sonrisa cuando, en efecto, el “centollo” sea recuperado para el tiro.

La misma tripulación, en fin, que quizás trate de hallar inspiración en el estoicismo de Epicteto (“No busques que los acontecimientos ocurran como tú deseas, deja que sucedan como suceden, y todo te irá bien”) cuando sepa que el ejercicio de tiro de instrucción previsto queda finalmente cancelado ese día, que estas frustraciones también forman parte de la “mili”. Y es que, haciendo ciertas las palabras del nobel Camilo José Cela, también en este desolado erial, o precisamente en este desolado erial, la milicia hace crecer “orfebres del valor estoico”.

© Carlos Molero

Son los López, los Montero, los Ortega, los Sánchez, los Lago, los Rodríguez.. Altos y bajos, guapos y feos, cumplidores y escaqueados, introvertidos y abiertos, del Madrid y del Barça, palentinos, vallisoletanos, canarios, gallegos; de su padre y de su madre, en definitiva. Pero unidos, eso sí, por su compromiso y por su vocación de servicio, que sintetizan las franjas rojas y amarillas que lucen en el brazo; corazones resplandecientes que iluminan uniformes desgastados de marchar año tras año bajo el sol, el polvo, el frío, la lluvia, el barro.

Ellos, jóvenes hombres y mujeres, jinetes y amazonas, son quizás el reverso luminoso a ese futuro oscuro que agoreros, opinadores y -por qué no decirlo- también nosotros acodados en la barra de un bar, proclamamos cuando hablamos de una juventud sin valores, sin dedicación, sin ánimo de esfuerzo; ésa a la que “tan bien le vendría nueve meses de mili”. O doce, vaya usted a saber…

© Carlos Molero

Orfebres, como decía antes, del valor estoico de quienes el pueblo, la sociedad, la nación, la patria -llámalo como prefieras- no debería olvidar que tienen jurado o prometido entregar hasta su vida en defensa de España. Y es que, a veces, ahí por la caseta de Curdi, o de Baudín, en la Paridera del Santísimo o bajando La cuesta del reloj, da la impresión de que ese pueblo, esa sociedad, esa nación, esa patria están ¡tan lejos!

Relevo en el mando del Escuadrón Ligero Acorazado 1º

Bruselas, 21 de diciembre de 1648. Dado que se encuentra vacante el mando de la compañía de caballos-corazas del conde de Estrée, el gobernador general de los Países Bajos, Leopoldo Guillermo de Habsburgo, firma la patente de capitán para el mando de esa unidad al príncipe Jorge Cristián de Hessen-Homburgh, quien menos de tres meses más tarde estará al frente de un tercio de Caballería de nueva creación formado, entre otras, con su propia compañía. Seguro que ni por su imaginación se le pasaría al joven landgrave, de tan solo 22 años, que un día, 375 años más tarde, una de las compañías -bueno, hoy escuadrón- de su tercio estaría al mando de una mujer.

Arriba, patente de capitán de caballos-corazas para el príncipe Jorge Cristián de Hessen-Homburgh. Debajo, orden del día del Regimiento Farnesio que recoge el nombramiento de la capitán Hergueta para el mando del primer escuadrón ligero acorazado

Pero sí, los tiempos cambian. Y así, la orden del día del regimiento Farnesio correspondiente al lunes 19 de junio recoge, en su artículo 2, el nombramiento de la capitán Laura Hergueta Esteban para el mando del Escuadrón Ligero Acorazado 1º del Grupo de Caballería “Santiago” I/12, lo que le convierte en la primera mujer de ese empleo que asume el mando de un escuadrón del viejo tercio de Hessen-Homburgh.

En la historia centenaria del Farnesio, hay un pequeño hueco ya para esta burgalesa de Aranda de Duero, número 1 -es la «primeraca»- de su promoción, la CLXXX del Arma de Caballería (2017), y de la que destacan, en su regimiento, su inteligencia, sus ganas de aprender, su capacidad para no arredrarse ante los retos y los desafíos, y su interés por el personal a su mando.

Momento en que ambos capitanes se relevan en el mando del primer escuadrón.

Y es que ella ya está acostumbrada a mandar, a dirigir, a ser líder. Hasta el momento, siempre en el Farnesio. Primero, unos meses como alférez en prácticas; y ya de teniente, al mando de una sección ligera acorazada y, más tarde, de una de las secciones de exploración y vigilancia, para pasar después a la plana mayor de mando del Grupo de Caballería «Santiago». En 2022, forma parte de la misión EUTM Mali como jefe del TOC -centro de operaciones tácticas- y allí es promovida al empleo de capitán.

En Mali, 2022.

Cuando, tras superar la EBAU, tuvo que decidir, Laura optó en primer lugar por la escala de vuelo del Ejército del Aire, pero no reunía todas las exigentes condiciones físicas, así que dirigió su vocación militar al Ejército de Tierra, especialidad Caballería, en la que se desenvuelve como pez en el agua. Quién sabe si detrás de ese sueño por volar se encuentra su indicativo radio, Valquiria, divinidad de la mitología nórdica a la que el arte, a menudo, representa como una amazona sobre un caballo alado que recorre el campo de batalla.

Más que un banderín, más que un escudo

Ahora afronta el reto que supone el mando del escuadrón con ilusión, con ganas. “Es mucha responsabilidad. El escuadrón no es un banderín o un escudo, es la gente que lo compone”, explica. “Lo bueno de tener gente a tu mando es que al final, son ellos los que tiran de ti. Pero también son personas con sus problemas, y tenemos que ser conscientes de que esto no es un trabajo más. No se viene aquí de ocho a tres, me preocupo de mis cosas y luego me olvido, no. Esto al final es una forma de vida. 24 horas al día en una familia de 65 personas, en la que cualquier pequeño detalle en sus vidas nos puede afectar a todos”.

La por entonces teniente Hergueta, con su sección, en el ejercicio LAGEX 17 en el campo de maniobras de San Gregorio (Zaragoza). Noviembre de 2017

Una forma de vida. Así define la capitán Hergueta su visión de la milicia. Una forma de vida enriquecida con valores que, en su boca, suenan rotundos: disciplina, compañerismo, trabajo en equipo. “Valores que nos hacen esforzarnos día a día y dar lo mejor de nosotros mismos. Pero no por nosotros, sino por algo más grande, porque al final lo que hacemos va en beneficio de España, de los españoles y de lo que representa España”. Y le choca que haya personas ajenas a las Fuerzas Armadas que se sorprendan de la vigencia de esos ideales. O que no compartan el respeto y el amor por la Patria.

Desfile del Día de la Fiesta Nacional en Madrid. 12 de octubre de 2021.

De milicia sabe un rato el capitán Juan José Montero, de la CLXXVIII promoción del Arma de Caballería (2015), la otra cara de esta moneda, quien deja el mando del primer escuadrón tras casi tres años al frente. De milicia, que brilla en cada uno de sus gestos, de sus palabras, de sus ademanes. Y también de mando, de liderazgo.

“Al final lo más importante de un escuadrón es la cohesión. La cohesión se sustenta sobre la disciplina y sobre el compañerismo. Y sobre eso, se construye todo: lo técnico, lo táctico, todo”, afirma con seguridad.

Responsabilidad

En su opinión, el mando de un escuadrón se basa en la responsabilidad, en dos aspectos: “que el producto de lo que sale en los ejercicios se haga de la mejor manera posible, lo quiere decir que a veces hay que apretar. Y responsabilidad, como bien ha dicho ella, de la familia, de preocupación por cada uno de ellos en los momentos que lo necesiten. Es un mano izquierda y un mano derecha continuo”.

El capitán Montero desfila al frente de su escuadrón, en el 374 aniversario del Regimiento Farnesio

Y por supuesto también el mando se basa en el ejemplo. El capitán tiene que ser el primero, el que inspire a su escuadrón. “En la academia, nos sacan de nuestra burbuja de confort, nos llevan casi al límite para que veamos de lo que somos capaces. Y descubres que el secreto está en saber adaptarse al cambio. El más fuerte mentalmente, el mejor, es el que con más rapidez se adapta al cambio”.

El capitán Montero, en la conmemoración de Santiago Apóstol, patrón de la Caballería, en Valladolid el 25 de julio de 2022

Y eso, luego, se traslada al mando de una unidad militar: “la gente va viendo que es mucho más fuerte de lo que cree. Que el dormir está sobrevalorado. Que el comer no es tan importante. Que el calor, o el frío, son sensaciones con las que hay que cumplir la misión. Y todo eso lo hace posible el compañerismo y la disciplina”, concluye el capitán Montero.

Cambiarán sus rostros, sus nombres; pero son ellos, son el regimiento. Ahora, y dentro de cincuenta años. Fort Apache (John Ford. 1948)

A una, la capitán Hergueta, le aguardan unos años, sin duda, apasionantes. El otro, el capitán Montero, se prepara para nuevos destinos. Pero como dice el coronel York en la escena final de Fort Apache (John Ford, 1948): “Cambiarán sus rostros, sus nombres; pero son ellos, son el regimiento. Ahora, y dentro de cincuenta años”. Seguirá el escuadrón, continuará el regimiento.

La capitán Hergueta, como capitán ayudante en la escolta al estandarte del regimiento, en el 374 aniversario de la creación del Farnesio

A ambos capitanes -como a tantos y tantos otros de nuestro Ejército- creo que les vienen que ni pintadas las palabras del nobel Camilo José Cela: “Ningún oficio más bonito como el de capitán (de Infantería), artesano del valor heroico, orfebre del valor estoico, que va (a pie) donde lo mandan con sus hombres detrás, y que a veces se queda en el camino con una bala”.